A esta extraña campaña no le falta de nada. Y así coincidiendo con el inicio de la misma la Generalitat de Cataluña - ¡oh casualidades de la vida! - les ha concedido el tercer grado penitenciario a los denominados “presos políticos” para mayor recochineo y cuchufleta de la Justicia y así puedan participar en los actos de sus respectivos partidos políticos. Hay que reconocer que la España actual como “estado represor” y todas las demás zangandungas es una auténtica birria. De esta forma el señor Romeva y el líder de Esquerra Republicana han podido participar en persona en el mitin que este partido concelebró ayer en Badalona para meter el dedo en el ojo del malvado Albiol, alcalde del PP, quien tuvo la ocurrencia de ganar unas elecciones.
Tras haberlo seguido digitalmente y en directo todavía ando palpándome las entretelas de la emoción. Tras el pavor inicial al ver como la llegada de los recién salidos de la prisión, provocaba tal aglomeración de cámaras y saludos pasándose por la entrepierna la perceptiva distancia social por causa de la pandemia.
Una vez establecido el orden (a los sones de unos tambores a medio camino entre el redoble de las procesiones de la Semana Santa en Calanda y su utilización como medio de comunicación en las tribus africanas antes de la llegada del teléfono móvil) se procedió a la intervención de los sucesivos oradores a modo de teloneros ante de las estrellas. Han llevado a cabo una muy cuidada reivindicación de los orígenes de cada uno y cada cual. Así una de las participantes ha proclamado que “era hija de la inmigración” recurriendo a sus ancestros de Badajoz y Almería. Ya puestos en faena ha cargado contra esa sociedad patriarcal “que huele a brandy y a puro” (sic).
El éxtasis multicultural se ha alcanzado con la señora Najat Driouech provista con su correspondiente hiyab y un esforzado tono mitinero con golpes de puño encima del atril. Si el presidente del partido xenófobo y racista Heribert Barrera, presidente del partido, levantara la cabeza no se lo creería. O quizás si porque todo tiene un aire de compostura, de ser políticamente correctos hasta el engolamiento, de querer parecer aquello en realidad no sé es, rozando la cursilería. Demasiada puesta en escena para ser cierto. Recuerda aquella supuesta anécdota del Papa Juan XXIII cuando le dijo a un cardenal refiriéndose a cierto político “No te fíes de él, porque dice demasiado que va a misa cada día”.
Acto seguido ha tomado posesión de la tribuna de oradores el señor Rufíán revestido para la ocasión de galán de cine, provisto de un jersey de un cuello alto, amarillo naturalmente, escuchándose a sí mismo, dejando las pausas necesarias para ser convenientemente aplaudido y diciendo cosas de mucha enjundia. “La historia debe una victoria a este partido, y este partido le debe una victoria a la historia” La ocurrencia ha sido muy jaleada por todos los asistentes como si se tratase de descubrir la pólvora. Ha tenido la desfachatez de proclamar que Pascual Maragall hoy estaría con los de Esquerra y ha hecho la gracieta de comparar “el efecto Illa” con un yogur caducado.
Después Romeva, que ha estado sembrado cuando ha afirmado que “el camino de la libertad es inevitable” por la misma lógica que a la noche le sucede un nuevo día. Por la pantalla de plasma ha aparecido la señora Marta Rovira con un aspecto inmejorable. El supuesto exilio le sienta de mil maravillas. Ha tenido la osadía de criticar la actuación del malvado español durante la pandemia -todo ello desde Suiza, claro- y ha reivindicado el 1 de octubre del 2017 como hay quien reivindica el día del descubrimiento de América. Para gustos colores.
La presencia del señor Aragonès ha sido grisácea tirando a plomiza. Por lo visto estamos “sufriendo mucho por la pandemia, pero también por la represión” y ha descrito los males que asolan a Cataluña sin caer en la cuenta de que está al frente del gobierno que debería hacerles frente. Parece como si la cosa no fuera con ellos.
La aparición del gurú Oriol Junqueras ha despertado el fervor entusiasta de los presentes. Con aspecto envejecido ha empezado un discurso en un tono de voz propio de un confesionario, perdonando a todo quisqui que parecía un remake del Sermón de la Montaña y las Bienaventuranzas. Aunque al final al lanzado un grito a lo Che Guevara, “hasta la victoria” que recordaba aquello de “patria o muerte”.
He presenciado un acto de “magia potagia pata de cabra” que ni a los encantadores de serpientes para turistas en Marrakech les sale mejor. Cataluña no va a ser la Dinamarca del sur de Europa ni siquiera una arcadia feliz donde aten a los perros con longanizas y todo sea chachi pirulí. Es una simple minucia. Los de Esquerra han convertido “la casa y el hortet” de Macià en parcelas del mismísimo paraíso, un mundo feliz en que ni siquiera sonara el despertador cada mañana.
Lástima que se les ve el truco. / Manuel Trallero