Uno de los daños colaterales de la llegada del exministro de sanidad, el malvado Salvador Illa, a la contienda electoral catalana, ha sido la elevación de Miquel Iceta a la categoría de ministro del Gobierno de España, como gustan repetir en la Villa y Corte. Gracias a esta rara conjunción astral, el hasta ahora líder del PSC ocupa la cartera de Administracion Territorial, una cosa de mucha alcurnia y prestancia, aunque nadie sepa a ciencia cierta de que asuntos trata.
El caso es que ya tenemos colocado al sandunguero y bailador (de profesión superviviente) capaz de ver en España hasta cinco o seis naciones diferentes y eso que sólo ha empezado a contar. Iceta es un ferviente partidario del mantra de la España, nación de naciones o el federalismo asimétrico de Pasqual Maragall. Antes Cataluña será independiente que España federal porque las autonomías han sido durante la pandemia, no los reinos de Taifas, tal como denunciaba Felipe González, sino tribus rivales dirigidas por auténticos “señores de la guerra”. Por si todo ello fuera poco en las pasadas elecciones catalanas, antes no ya de la sentencia del Tribunal Supremo sino incluso de iniciarse el proceso contra los supuestos “presos políticos” Iceta ya reclamaba el indulto. A eso se le llama visión de la jugada.
Mientras tanto por aquella ley de la física recreativa según la cual “los extremos se tocan” la otrora llamada “caverna” o “brunete” mediática de la estepa madrileña y el No-Do de Cataluña han procedido a descuartizar a Illa y hacerle la autopsia en vivo TV3 con la inestimable ayuda de unas graficas que muestran la evolución de la pandemia y la espantada de Illa que el momento más inoportuno. Ya se sabe que nadie es profeta en su tierra.
En el PSC se relamen de gustirrinín. El incombustible José Zaragoza (de profesión sus intrigas) ya lanza las campanas al vuelo, sin acordarse de que los socialistas todavía tienen enfriándose el cava con que iban a celebrar la victoria de Reventós ya que según Tarradellas “el día de las elecciones de 1980 había en Cataluña dos personas con dificultades para dormir: Pujol, que temía perder, y Reventós, que temía ganar”. Pero según pública La Razón “Pujol no solo reconoce que Junts [partido de Puigdemont] será castigado, sino que Salvador Illa, el PSC ganará las elecciones. Pujol esgrime un paralelismo. En 1980 “se hubieran perdido las elecciones si Convergència no hubiera incluido a Unió. No era una cuestión de matemática electoral, era una cuestión de mensaje, el nacionalismo se presentaba unido, lo que le llevó a llevarse una buena parte del voto útil” Así las cosas del partido que fundó el propio Pujol, Convergència, mudado en PDeCAT, no va a quedar ni rastro en el nuevo parlamento. Cero patatero le conceden las encuestas. Empieza así el hundimiento de la ingente obra de gobierno llevada a cabo por Pujol según sus exegetas. Tendrá el mismo lucido final que la UCD de Suarez.
Ahora Illa, el hombre tranquilo, aparece con la rama del olivo como una paloma de la paz e insta a pasar página de todo lo ocurrido en Cataluña. Quizás porque como bien dijo Ernest Renan “la esencia de una nación es que todos los individuos tengan muchas cosas en común, y también que todos hayan olvidado muchas cosas” Su eslogan de campaña Cataluña vuelve hace suponer que Cataluña se había de picos pardos con algunas pelandruscas cuando en realidad la Cataluña que tenemos es exactamente la que los catalanes nos merecemos…al menos hasta el próximo 14 de febrero.
Hasta entonces todos son cábalas y conjeturas. El Madrid de Pedro J. Ramírez quiere ver en la foto finish a Ciudadanos para concederle crédito constitucionalista. Por muy extraños compañeros de cama que haga la política en Cataluña es un pacto contranatura. Hay cosas que no solo no pueden ser, sino que además son imposibles.
El propio Illa apuesta por repetir un pacto entre los socialistas y podemos, -los cursis le llaman geometría variable -un gobierno en minoría con apoyos puntuales, se supone que ERC mientras que la señora Albiach, cabeza de lista de los podemitas, opta por repetir el tripartito de infausta memoria en Cataluña sumando así las huestes del simpar señor Rufián. El apoyo al líder socialista le ha costado recibir el regalo de Jordi Galves quien en el digital El Nacional se revolvía en el barro diciendo que “Jessica Albiach se ha puesto a hacerle el trabajo sucio, como cualquier señora de la limpieza sucia”.
Quizás sí, quizás las campañas electorales sean como las guerras que sacan lo mejor y lo peor de cada uno. Aunque algunos se empeñan en mostrar sólo su lado más tenebroso y oscuro.